sábado, 30 de noviembre de 2013

A propósito de el héroe discreto




La última novela de Mario Vargas Llosa, tan prometedora en cuanto a la naturaleza del argumento, conlleva a nuestro pesar una solución de la trama que, en su optimismo, hecho que ha sido observado por Alonso Cueto, le da a la obra una tonalidad menor, si la comparamos con el resto del corpus vargallosiano.

En esta obra el autor emplea el tono melodramático -como hiciera en La tía Julia y el escribidor- como fiel reflejo de cómo se vive la conflictividad social en nuestro país. Su elección del género parece afortunado, al no alejarse mucho de la realidad si nos atenemos a cómo se desarrollan los conflictos intergeneracionales en el Perú, cómo se desenvuelven las diferencias interraciales o cómo se expresan los dilemas genéricos y cómo los medios de comunicación los difunden. Nuestra realidad, con las soluciones que dan los diferentes actores sociales, no se diferencia con mucho de un melodrama: asesinatos de padres cometidos por sus respectivos hijos, en busca de un beneficio espurio, o por un odio irreprimible, no son un invento del escritor, la realidad monda y lironda nos lo espeta en la cara diariamente. Pero el matrimonio entre un ricachón limeño y su sirvienta provinciana si se nos antoja más arriesgado, mas suponemos el propósito que esa temática en el argumento pretende, expresar la necesaria -para el autor- confluencia de intereses entre estas clases sociales, resolviendo así sus diferencias y sugerir la derrota de esa Derecha Bruta y Achorada que los sociólogos nos describen desde no hace mucho, y que en la novela está claramente representada por los mellizos Miki y Escobita, las hienas, a manos de una representante de las clases populares, Armida, mujer, pobre y chola, como la describe MVLL, pero sobre todo a manos de su propio padre, quien no duda en dejar su riqueza a su sirvienta con tal que no caiga en manos de sus hijos.

Por su parte el chantaje al que Felícito Yanaqué se ve expuesto por el odio de su hijo Miguel -el cual termina no siendo hijo suyo, como producto de una artimaña de la madre de Gertrudis, su esposa- sí proviene de un dato de la realidad: un empresario trujillano, en un suceso muy sonado hace algunos años, publicó en un periódico que se negaría a pagar los cupos que la mafia organizada liberteña le demandaba, luego de llegarle una carta conminatoria. Este hecho real es el que emplea MVLL como base de su historia, el cual para gozar de la necesaria libertad literaria lo traslada a Piura, ciudad mejor conocida por el autor, como puede apreciarse si recordamos La Casa Verde. Es asimismo lo que permite darle nombre a la novela, El héroe discreto, aquel que, careciendo de una solución que la sociedad le brinde, cuenta él sólo con la fuerza de su propia individualidad, premunido asimismo del mandato paterno en ambos casos. Así, Felícito Yanaqué no abandonará nunca el guión que ha dirigido su vida:” Nunca te dejes pisotear por nadie, hijo mío”, mientras Ismael Carrera, reconociendo el esfuerzo de su padre por llevar a buen recaudo su empresa aseguradora, se niega a dejarla en herencia a sus hijos, en un ejercicio de venganza contra ellos que al mismo tiempo reconoce al amor que una humilde mujer le otorga en sus días últimos.

Pero, bueno, tal como los medios nos lo muestran hasta el hartazgo, como si pretendieran ajustar la realidad más a una telenovela, aquella terminará siendo expectada como un culebrón mexicano o como folletín venezolano: la posibilidad de entenderla puede así darse desde una perspectiva emocional que resulta bastante primaria como algunos de los personajes lo expresan por cierto, hecho que constituye para MVLL una veta cuya exploración resulta sumamente relevante. No obstante, impide la correcta aprehensión de las dificultades desde una perspectiva racional, la cual no se ve expresada por ninguno de los personajes. Todos ellos ignoran las razones de lo que les ocurre, aunque se plantean los posibles porqué, sin ahondar lo suficiente. Qué ocurrió para que estos hijos odiaran tanto a sus padres? Sólo una respuesta parcial MVLL nos propone: en el caso de Felícito el que su hijo no sea de su misma sangre, en el caso de Ismael sólo se plantea el hecho de reconocer que tal vez no hubiera hecho lo suficiente para una mejor crianza de sus hijos.

Lo llamativo es que esta perspectiva, el melodrama como forma de ver la vida, se dé en todas las clases sociales que pinta Vargas Llosa en esta novela tanto como en los personajes que las representan. Felícito Yanaqué, hijo de un yanacona que consume su existencia pensando en el futuro de su hijo, como Ismael Carrera, representante de la gran burguesía peruana, han de ser afectados por una serie de eventos que ponen ante ellos la necesidad de tomar las riendas de sus vidas, ante sus respectivas némesis, nada menos que su propia descendencia, la que pretende aprovecharse recurriendo a la extorsión unida al deseo de ver muerto al padre que los domina, de los bienes que ellos han amasado como producto de su laboriosidad y que los han llevado a un éxito cuyo logro es envidiado por sus propios hijos. Siendo este el argumento, como decía al comienzo a todas luces prometedor de un desarrollo y desenlaces de grandes resultados, estos terminan siendo en cierta medida, como todo en la vida, tanto decepcionantes como esperanzadores, como mencionaremos líneas adelante.

Resulta, además, de interés que otro personaje distintivo en la novela como don Rigoberto, claro exponente de las capas medias peruanas, tenga un conflicto que involucra también a su hijo Fonchito, aunque sin los atisbos trágicos de los otros personajes, aquí el rol paterno tiene como némesis ...al Diablo, representado en la figura de un personaje (¿producto de la fantasía o de un desorden mental del adolescente? cuya existencia real nos es expuesta con un ambigüo asomo de duda por el escritor) un tal Edilberto Torres, quien se insinúa como un pedófilo de connotaciones religiosas, que acosa al hijo de Rigoberto. Como se aprecia, las dificultades que el mundo da a las diversas clases sociales peruanas, son radicalmente diferenciables: mientras a los empresarios (descendientes de otros hombres industriosos a su manera) las acechanzas provienen de su entorno más íntimo y comprometen su existencia o su capital, para un miembro de la clase media el enemigo es alguien procedente del entorno ideológico, del que sólo en apariencia parecería ajeno pues don Rigoberto asume ser agnóstico. En otras palabras, que la clase media luche contra fantasmas podría resultar una primera evidencia, que esta lucha sea de contenido sexual -siendo el padre de Fonchito un erotómano consumado y un hedonista que se toma el arte en un sentido diletante- la segunda. Lo cierto es que los riesgos a los que se ve expuesta la clase media peruana no son claramente explicitados en la novela, no tienen en éste caso sino la categoría de un espejismo que pareciendo originarse en un exceso de cultura, realmente tienen una raigambre supersticiosa del que el conocimiento ni el arte ha podido librar: la alusión al diablo del Doktor Faustus de Thomas Mann se nos antoja más como una racionalización de catexias libidinales de las que el propio personaje no es consciente. Por otra parte la solución que el personaje pretende darle a lo que sufre no se diferencia de la solución que, por ejemplo, Felícito da a sus dudas: la consulta a la Sibila, representada por la santera Adelaida, no resulta sino una solución supersticiosa al fin. Rigoberto, por su parte no hace algo muy diferente, recurre a un amigo de su infancia, el sacerdote O’Donovan, su Sibila, quien no tiene mejor diagnóstico de los desvaríos del muchacho que la atribución de que es "un ser puro, un angelito”. Mientras la clase media recurra a la ideología católica para resolver las dificultades que la vida le da sólo podrá obtener respuestas vacías, por supuesto siempre y cuando se haga preguntas acerca de su propia naturaleza que no son sino producto de una mistificación.

Pero volvamos a la trama principal y para lograr desentrañar el discurso ideológico que la sostiene hagamos hincapié en el epígrafe que precede a la novela, el cual MVLL toma de Borges: “Nuestro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y un hilo”. Logró su cometido MVLL? Es decir, nos describió el laberinto con el rigor suficiente y el hilo permitió resolver el conflicto subyacente? Creo que el autor consigue ésto sólo parcialmente.

El laberinto no parece sino ser el entramado de sentimientos, emociones y afectos, de los que están hechas las relaciones padre-hijo. Este laberinto hace que los personajes, en especial Felícito, “pierdan su centro” y se sumerjan en una experiencia dura de la cual sólo pueden salir airosos por una recia determinación a no ser derrotados por esas fuerzas malignas que, no obstante, son ellos quienes ayudaron a desarrollar con lo que pudieron hacer o no criando a sus hijos. Siendo estos una extensión de si mismos, no se critican el derrotarlos y menos ser los que engendrarían el mal que finalmente les ha de acaecer. El Mal que Felícito e Ismael derrotan es algo que procede de ellos mismos, la sensación victoriosa de los héroes discretos es una puñalada contra ellos mismos pues terminan liquidándose a sí mismos, al enajenar a sus hijos de su legado parental. A Felícito le queda la esperanzadora idea de continuar trabajando y contar con su otro hijo, Tiburcio, quien resulta de su propia sangre y la de su padre. A Ismael no le queda esperanza alguna, que no sea anhelar el desarrollo de su esposa-hija a la que hereda su fortuna.

Por supuesto que nada de esta flagrante contradicción el autor parece percatarse, siendo éste el hilo que permite a sus personajes salir del laberinto en el que se encontraban. Tan solo asume que la derrota del Mal, sea de donde este proceda, ha de considerarse un triunfo de aquel individualismo que MVLL parece propugnar, de allí la categoría de héroe que da a sus personajes. Uno de ellos persistiendo en el consejo que su padre moribundo le obsequiara desatando una fuerza cívica que al inicio es reconocida por todos pero que lo lleva después a la vergüenza por tratarse de su hijo quien lo traiciona, el otro por enfrentarse a la desesperación de la viudez en la ancianidad vengándose de los deseos de muerte que hacia él albergaban sus hijos, venciendo las limitaciones que da la edad y la habladuría de la proverbial chismosería que anida en las clases altas limeñas.

Guillermo Ladd

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