Imaginémonos encontrarnos en una aventura que toma lugar en una de las creaciones de MC Escher y sus imposibles geometrías, añadámosle una simplicidad minimalista en cuanto a sonido y dibujo que nos recuerde al budismo zen con su proverbial serenidad, sugiramos una arquitectura y una sensibilidad provenientes de lo mejor del misticismo sufí, o imaginemos que estamos dialogando con uno de los sabios algebraicos árabes y a todo esto un final tras diez episodios de creciente dificultad lleno de fina sensibilidad y optimismo. Qué suma todo esto: Monument Valley, una aplicación para tabletas y teléfonos. Si me animo a hablar de esta creación es por sus antecedentes: ganador del premio al mejor juego diseñado para Apple el año 2014, sus creadores no han escatimado trabajo artístico alguno en darnos una producción sin igual en el mundo creciente de las aplicaciones. Quien quiera formarse una idea de cómo luce el juego puede dirigirse a este enlace.
Lo digo sin avergonzarme, he disfrutado como un niño los sucesivos capítulos de una historia llena de profundidad, imaginándome en lo que sólo Escher pudo haber pensado y que esto pudiera ser llevado a la realidad aunque fuera bajo la forma de un video juego en el que nos sumergimos desde el primer momento ha sido casi una epifanía. Ha significado, ciertamente, un dolor de cabeza simular la solución de cada episodio, tratar de demostrar si la hipótesis a seguir en el juego era la correcta pero finalmente ha sido una delicia disfrutar de una virtud de la que se encuentran tan ayunos los videojuegos que se reproducen hasta la estridencia hoy en día: sentir que mi tiempo ha sido invertido generosamente... y querer más. Felizmente una secuela ya se encuentra circulando en el AppStore, mientras que el original cuesta sólo 12 soles.
El tema es simple. La princesa Ida, tan silenciosa que de ella sólo oímos sus pasos, ha robado algo que ha venido a restituir al Valle: figuras geométricas que restablecen una vez entregadas el orden dentro de un mundo en el que ya no existe un solo ser humano, sólo el probable espíritu de el guardián de estos bienes valiosísimos. Así vemos que conforme Ida derrota a la geometría escheriana, aprovechándose de ella para conseguir su objetivo, coloca como una ofrenda una figura sólida que elevándose en el aire restituye el perdido equilibrio. Tan sólo el final es diferente, pero no me arriesgaré a contarlo, tan sólo diré que es una expresión excepcional de cómo el dibujo animado puede llevar consigo tanta poesía.
Cómo tengo tiempo para esto? Pues valgan verdades estoy fuera de circulación desde hace un mes por un azar realmente inmisericorde: un cálculo renal impactado en el uréter izquierdo, intervenido el 13 de diciembre, tras mi alta el 26 un nuevo cálculo esta vez en el riñón derecho vuelve a impactarse, para colocar la fresa del pastel tras la extracción del catéter, que se acostumbra colocar para impedir la retracción del uréter, una pielonefrits de la que aun ahora sigo recuperándome gracias a ese maravilloso fármaco, ceftriaxona. Y aún estoy a la espera de la extracción del segundo cálculo esta vez en el riñón derecho. No puedo quejarme, no obstante, tengo algo que no tenía hace mucho -ni siquiera en vacaciones-, tiempo. El que me ha permitido sumergirme en la lectura de lo que me quedaba pendiente del año pasado, y de paso tener acceso a una joya de los videojuegos que revoluciona no sólo la temática habitual sino el escenario y los objetivos del juego mismo. Anímese, es una compra de la que será imposible lamentarse, por supuesto si coinciden la sensibilidad propia con la de los productores, en vista de que, como menciona Huffington Post, Monument Valley es un juego "diseñado para ser bello"
Guillermo Ladd
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