Se cumplen hoy cien años de la aparición de Charles Chaplin en el cine. "Making a living" su primera película con la Keystone Studios (ver http://youtu.be/7LoLw4TJKdU), bajo la dirección de Mack Sennet, sólo insinúa la aparición posterior de Carlitos, el vagabundo, el personaje que hiciera inmortal a Chaplin y que constituye un ícono cultural. Sin embargo, sólo la caña y la falsa camisa es lo único que permite identificarlo con su posterior creación, puesto que las características psicológicas de este primer personaje son antitéticas con las del vagabundo: inescrupuloso, vividor y taimado está a un abismo de distancia del personaje que a pulso, paulatinamente, irá creando hasta hacerlo aparecer en toda su humanidad en el primer largo metraje que realizara ya como director de cine a los 32 años, The Kid (1921), para condenarlo a morir tras la irrupción del cine sonoro luego de "The Great Dictator" (1940).
La creación de este personaje de tanta influencia en el cine merece nuestra atención desde un punto de vista cultural: la identificación entre el vagabundo y la humanidad y las posibilidades de incorporar su discurso ideológico dentro del que requiere el hombre contemporáneo para conseguir hacer conscientes sus limitaciones de clase o los mecanismos y naturaleza de la alienación entre los seres humanos, bajo todas las formas en las que ésta puede darse, son razón suficiente para que no pueda ignorarse su legado. Todo aquello que produce en el personaje su acondicionamiento a la miseria, el hambre, el racismo o a la imposibilidad de amar y que Chaplin expone se debe a la existencia de un aparato coercitivo o de un entramado ideológico que lo sustenta, ha de ser enfrentado con la única arma que posee el vagabundo, los sentimientos que caracterizan al ser humano, inicialmente a través del recurso al burdo slapstick y luego con el refinado recurso a la ironía, a la exposición burlesca de sus propias limitaciones, a la exposición de sus sufrimientos sin el mínimo de conmiseración hacia sí mismo. Es conocida su rotunda afirmación al respecto del espíritu de ridiculizar lo trágico de la existencia humana que lo lleva a asumir que "deberíamos reírnos ante nuestra desesperanza contra las fuerzas de la naturaleza...o volvernos locos".
Carlitos, el personaje, aparece de repente, como lo menciona Chaplin en su Autobiografía:
"Quería que todo en él fuera una contradicción: los pantalones bolsudos, la chaqueta estrecha, el sombrero pequeño y los grandes zapatos...Le añadí un pequeño mostacho, el cual asumí le añadiría edad sin ocultar mi expresión. No tenía idea del personaje.Pero en el momento en que me encontraba ya ataviado, los vestidos y el maquillaje me hicieron sentir a la persona que él era. Comencé a conocerlo, y en el momento en que subía a escena había nacido por completo"
Probablemente su método fílmico, que mantuvo celosamente en reserva y que fuera revelado hacia los 80 en un documental, Unknown Chaplin, efectuado por K. Browlow y D. Gill, explique tanto la aparición progresiva de las características psicológicas del personaje, como la posterior desaparición que comienza en la etapa que sigue a la filmación de "The Great Dictator" en la que abjura del cine mudo presionado por la realidad del cine de entonces. Como se sabe Chaplin no se basó nunca para la filmación de sus obras previas en un guión, así que durante el proceso de filmación iban apareciendo la historia y el personaje simultáneamente. Su riguroso perfeccionismo lo obligaría a plantearse con insistencia la naturaleza del vagabundo y su historia. El manejo de todos y cada uno de los aspectos de la elaboración del filme, que lo llevan hasta ser el creador de sus bandas sonoras, parece haber sido otro elemento que favoreció la creación de este personaje. La aparición del cine sonoro, la necesidad de ajustarse por tanto a un guión, dejando la pantomima de lado, harían que el personaje se viera obligado a desaparecer. Nunca más Chaplin pudo llegar, a las alturas a las que había arribado con el vagabundo.
Roland Barthes, en Mitologías, se refiere al rostro de Greta Garbo, tal como aparece en "Reina Cristina", que asemeja al rostro peculiarmente cinemático del vagabundo. Afirma: " ese rostro no dibujado sino más bien esculpido en la lisura y lo frágil, es decir, perfecto y efímero a la vez, incorpora la cara harinosa de Chaplin..., su rostro de tótem". Resulta interesante la significación del personaje, que lo hace reconocible de inmediato, a través del rostro y la indumentaria, aun para la generación actual que no tiene acceso a sus filmes, puesto que ya no pueden ser vistos en el cine ni en la televisión, sino a través de internet o del DVD. Sin embargo, la asimilación visual del personaje con las características personales que lo caracterizan probablemente resulte poco evidente, en vista de que el personaje sólo es entendible cuando se ve la metamorfosis que lo hace concretarse a través de los más de 20 años que vive en el écran.
Recurriremos nuevamente a Barthes para explicarnos la naturaleza del vagabundo y su importancia para la elaboración de un discurso ideológico alternativo al dominante. En el artículo El Pobre y el Proletario de Mitologías, Barthes recuerda la importancia de Tiempos Modernos (1936) en el que Chaplin roza sin cesar el tema proletario, aunque no lo asume políticamente, "nos ofrece un proletario aún ciego y mistificado, definido por la naturaleza inmediata de sus necesidades y su alienación total en manos de sus amos (patrones y policías)... Carlitos representa, más o menos, al obrero de la restauración, al peón que se revela contra la máquina, desamparado por la huelga, fascinado por el problema del pan, pero aún incapaz de acceder al conocimiento de las causas políticas y a la exigencia de una estrategia colectiva. Pero justamente, porque Carlitos aparece como un proletario torpe, todavía exterior a la revolución, su fuerza representativa es inmensa. Ninguna obra socialista ha llegado todavía a expresar la condición humillada del trabajador con tanta violencia y generosidad...". La victoria moral que consigue el vagabundo en los filmes que nos permiten ver su evolución, una concesión al anarquismo o al individualismo, aunque resulten objetables desde un punto de vista político, para Barthes quizás "represente en arte la forma más eficaz de la revolución", punto de vista del que es imposible disentir.
Guillermo Ladd
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